El corzo es uno de los mamíferos más emblemáticos de los bosques europeos y también uno de los más esquivos. Conocido por su elegancia y su carácter reservado, este pequeño cérvido ha sabido adaptarse a una gran variedad de hábitats, desde los frondosos bosques del norte de Europa hasta los entornos más secos del sur de la Península Ibérica. Su presencia en España ha ido en aumento en las últimas décadas, gracias en parte a su capacidad de adaptación y también a iniciativas de repoblación. Su discreción, sin embargo, no impide que sea una especie fascinante, llena de particularidades físicas y ecológicas que lo hacen único en el continente.
Ficha técnica
Nombre Común | Corzo |
– Clase | Mammalia (Mamíferos) |
– Orden | Artiodactyla |
– Familia | Cervidae |
– Género | Capreolus |
– Especie | Capreolus capreolus |
– Tamaño | De 95 a 145 cm |
– Peso | Entre 16 y 30 kg |
– Longevidad | Unos 7-8 años |
– Estado de conservación | Preocupación Menor (LC) |
Características Físicas
El Capreolus capreolus es el cérvido más pequeño de Europa, lo que le permite desplazarse con agilidad entre la vegetación densa. Aunque existe cierto dimorfismo sexual, es decir, diferencias entre machos y hembras, estas no son extremadamente marcadas. Los machos suelen ser algo más grandes, con una longitud corporal que puede oscilar entre los 95 y 145 cm, y un peso que raramente supera los 30 kg. Las hembras, más ligeras y compactas, presentan proporciones algo menores.
Una de las características más llamativas del corzo son sus extremidades traseras largas y musculosas, adaptadas para el salto, lo que le permite escapar rápidamente de los depredadores. Su morfología también destaca por una franja negra en el hocico, orejas grandes y móviles, y un escudo anal blanco, muy visible, que rodea una cola muy rudimentaria. Este escudo puede erizarse en momentos de alarma.
Los machos desarrollan astas cortas con tres puntas, que se renuevan cada año y suelen presentar un aspecto rugoso o “perlado” por el proceso de crecimiento. Este detalle no solo les sirve como arma en enfrentamientos, sino también como señal de estatus.
El corzo muda su pelaje dos veces al año. En invierno, su manto es denso y grisáceo, ideal para el camuflaje en paisajes más apagados. En verano, adopta un pelaje más corto y de tonos anaranjados o castaños, aunque en ciertas regiones del sur de España puede mantener su coloración gris incluso durante los meses cálidos, una adaptación local muy característica.
Hábitat y Distribución
Aunque el corzo está presente en una amplia franja del continente europeo, desde Escandinavia hasta la cuenca mediterránea, su distribución no es completamente uniforme. En las regiones más meridionales, como el sur de la Península Ibérica, las poblaciones son más fragmentadas y menos densas que en el norte. Esta especie ha mostrado una gran plasticidad ecológica, lo que le ha permitido colonizar una gran variedad de ecosistemas, desde bosques templados hasta entornos mediterráneos más secos.
Distribución Geográfica en España
En España, el corzo presenta una distribución en constante expansión, sobre todo en el norte y el centro peninsular. Está ampliamente presente en los Pirineos, País Vasco y la Cordillera Cantábrica, extendiéndose hacia Galicia a través de zonas como Los Ancares y los Montes de León. En la Meseta Norte, ha colonizado amplias zonas de Burgos, Soria y La Rioja, así como la vertiente aragonesa del Moncayo.
Su presencia ha crecido notablemente en los Sistemas Ibérico y Central, alcanzando lugares como Las Batuecas y la Serranía de Cuenca. En Guadalajara, su distribución también ha aumentado, lo que refleja una clara tendencia de expansión hacia el este y el sur del país.
En el sur peninsular, las poblaciones son más reducidas y dispersas. Los Montes de Toledo muestran una cierta expansión, mientras que en Sierra Morena, se localiza en áreas como el suroeste de Ciudad Real y parte de Badajoz, con algunas apariciones puntuales en zonas limítrofes de Córdoba y Jaén. Las poblaciones de Cádiz y Málaga se mantienen estables, aunque con densidades más bajas comparadas con otras regiones.
Los estudios genéticos recientes han revelado una diferenciación clara entre las poblaciones del norte y del sur, probablemente resultado de su aislamiento geográfico. En lugares como Cataluña y el País Vasco, se han realizado repoblaciones con corzos provenientes de Francia, lo que también ha influido en la composición genética regional.
Tipos de Hábitat
El corzo muestra una preferencia clara por zonas boscosas, especialmente aquellas con una buena combinación de estrato herbáceo y arbustivo, que le proporcionan tanto refugio como alimento. Sin embargo, también es capaz de aprovechar áreas agrícolas, especialmente si estas están próximas a zonas arboladas o con vegetación natural densa.
Aunque se asocia sobre todo a ambientes húmedos y frescos, también se adapta a medios más secos y abiertos, como ocurre en ciertas zonas de Andalucía. De hecho, en las sierras de Cádiz y Málaga se ha identificado un ecotipo andaluz, adaptado a condiciones más secas y con características propias: pelaje gris durante todo el año, menor tamaño y dimorfismo sexual más marcado.
Esta versatilidad ecológica convierte al corzo en una especie altamente adaptable, capaz de sobrevivir en una gran variedad de entornos siempre que exista cobertura vegetal y cierta tranquilidad ambiental.
Alimentación
El Capreolus capreolus es un herbívoro muy selectivo, lo que significa que no se alimenta de cualquier tipo de vegetación disponible, sino que escoge aquellas plantas que ofrecen un mayor valor nutritivo y bajo contenido en fibra. Esta estrategia le permite aprovechar al máximo los recursos disponibles en su entorno, aunque también lo hace vulnerable a los cambios en la vegetación causados por la actividad humana o las alteraciones del hábitat.
En muchas zonas de Europa, su dieta se basa en brotes tiernos, hojas, frutos silvestres, y hierbas, aunque no es raro que también consuma grano de origen agrícola cuando tiene acceso a cultivos. Esto puede generar conflictos con los agricultores, especialmente en áreas donde la población de corzos es alta y los recursos naturales escasean en ciertas épocas del año.

Reproducción
El corzo presenta una de las estrategias reproductivas más singulares dentro de los cérvidos europeos. Es la única especie del grupo que experimenta diapausa embrionaria, un fenómeno mediante el cual el desarrollo del embrión se detiene durante varios meses tras la fecundación. Esto ocurre casi inmediatamente después del apareamiento, que tiene lugar entre julio y agosto, y el blastocisto permanece en reposo alrededor de 170 días.
Una vez superado este periodo de latencia, la gestación efectiva dura aproximadamente cuatro meses y medio, por lo que los nacimientos se concentran entre mayo y junio. Las crías, por lo general dos, nacen bien desarrolladas y con una capacidad precoz para mantenerse ocultas de posibles depredadores.
En las poblaciones del sur de España, este ciclo se encuentra ligeramente adelantado, comenzando antes que en el norte peninsular o en otras zonas de Europa. Este ajuste responde a las condiciones climáticas locales, que determinan la disponibilidad de alimento y la fenología vegetal.
Durante el celo, los machos establecen y defienden territorios mediante un comportamiento muy característico que incluye vocalizaciones conocidas como “ladras” y un marcado olfativo mediante glándulas odoríferas situadas en diversas partes del cuerpo. Frotan la cabeza y las astas contra ramas, o escarban en el suelo para dejar señales químicas a otros individuos.

Amenazas y Conservación
A pesar de no estar considerado como una especie en peligro, el corzo enfrenta una serie de presiones crecientes en distintos puntos de su área de distribución. Su estatus de conservación actual, tanto a nivel global como en España, es de “Preocupación Menor”, pero esto no implica que esté libre de amenazas.
Entre los principales factores de riesgo, destacan:
- Colisiones con vehículos, especialmente frecuentes en zonas con alta densidad de tráfico y abundante cobertura forestal. En algunas regiones, los accidentes con corzos representan un porcentaje significativo de los siniestros relacionados con fauna salvaje.
- Depredación natural, principalmente por el lobo en la mitad norte de la península. Las crías también son susceptibles al ataque de zorros, linces y perros asilvestrados.
- Problemas sanitarios, como la aparición de enfermedades infecciosas y parasitarias (queratoconjuntivitis, colibacilosis, parasitosis).
- Daños a cultivos agrícolas y forestales, que pueden generar tensiones con la población local y motivar medidas de control.
- Contaminación genética, derivada de la importación de ejemplares de otras regiones europeas con fines de repoblación cinegética.
- Niveles anómalos de metales pesados, detectados en algunas zonas como Galicia, aunque sin consecuencias toxicológicas demostradas hasta el momento.
En cuanto a la gestión y conservación, se han llevado a cabo diversas actuaciones que han favorecido su expansión. En Cataluña, por ejemplo, las reintroducciones iniciadas en los años 70 han permitido que la especie esté presente en el 85% del territorio. Estas reintroducciones han tenido más éxito en áreas con grandes parches de hábitat adecuados y buena conectividad con otras poblaciones.
Para minimizar los conflictos con la agricultura, se han desarrollado planes de manejo cinegético en zonas como Zaragoza, mediante el establecimiento de cuotas de caza reguladas. Además, el corzo forma parte de las Zonas Importantes para los Mamíferos (ZIM), lo que refleja su relevancia ecológica dentro del contexto de la biodiversidad ibérica.
En definitiva, aunque el corzo no presenta una situación alarmante, su manejo adecuado es esencial para preservar la diversidad genética local y garantizar una convivencia equilibrada entre fauna salvaje, actividades humanas y conservación del medio natural.

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